Al enterarme de la llegada de mi pequeña, me sentí pésimo, frustrada pues tenía muchos planes que realizar antes de ser mamá, sin embargo era lo que siempre soñé, mi plan de ser mamá fue algo que mi pareja y yo queríamos y lo platicamos para un futuro a mediano plazo, pero fue lo primero que se nos realizó.

Acepté lo que estaba sucediendo en el momento con la mejor actitud que tenía frente a la gran noticia, y me di tiempo para empezar a disfrutar de mi embarazo junto con Eduardo.

En mi casa todos aceptaron la gran noticia a excepción de mi mamá, y en casa de mi pareja también fueron felices con la noticia de mi bebé. Eduardo y yo teníamos una relación increíble, él para mi era mi gran amor bonito con el cual planeé a mi más grande amor, estábamos muy felices con la llegada de mi bebé.

Juntos imaginábamos cómo sería físicamente, imaginábamos el momento al cargarla por primera vez, su llanto, las noches durmiendo juntos los 3, imaginábamos la familia que éramos: nosotros dos, Alan (hijo de él) y Maia.

Él me hacía sentir la mujer mas feliz e ilusionada por la llegada de mi bebé y por la vida que planeábamos como pareja, nos juntamos a mis 4 meses de embarazo y todo parecía increíble, hasta que las cosas empezaron a cambiar con pequeños detalles, como en todas las parejas las altas y bajas nos hacían giros en la relación para aprender y modificar el curso de nuestra unión, sin embargo como mujer yo tenía límites en la forma de tratarnos y una de las cosas que yo exigía era no insultarnos, y mucho menos faltarnos el respeto, eso se había cumplido hasta mis 6 meses de
embarazo, cuando una noche, él abusó del alcohol y me agredió física y verbalmente.

Estaba sorprendida por toda la situación, pensaba en mi hija y en mí, sabía que los golpes y las groserías no las podía permitir y que si pasaba una vez iba a ocurrir una vez más y así sucesivamente si yo no frenaba tal situación. Pasaron tres días y tomé la decisión de terminar dicha relación por miedo a que volviera a pasar, y sobre todo por la condición en la que estaba. Yo no quería terminar mi embarazo con ese tipo de emociones, sin embargo cuando hablé de lo sucedido con Edu, entre lágrimas y mil emociones, descarté mi decisión de terminar y seguí, pues total un error todos los cometemos y una segunda oportunidad la merecemos.

Me prometió que jamás iba a volver ocurrir. Por amor y por pelear por la familia que estábamos formando, creí en sus palabras (tan tonta yo).

De lo ocurrido a término de mi embarazo, se intensificaron los problemas, sin embargo yo pensaba que aún podíamos salvar todo lo que estábamos formando. Nació Maia por medio de cesárea, ver a mi hija, escucharla llorar y darle un beso por primera vez es algo que jamas se me olvidará.

Cuando llegamos a casa, era el verdadero desafío: entre el dolor de la recuperación y las necesidades de mi hija, fueron semanas desgastantes a pesar de la gran ayuda de mi familia, toda mi recuperación fue en casa de mis papás, Eduardo solo nos visitó 3 domingos un par de horas, porque ya tenía planes. Durante las semanas mientras llegaba el domingo, discutíamos y en cada discusión yo iba descifrando el mensaje, que al final me convertiría en papá y mamá para mi hija.

Volví al departamento antes del 31 de enero, y fue como si yo estuviera sola cumpliendo las necesidades de mi hija y no es que me haya pesado sino que como mujer, y como “esposa” esperaba un mínimo de solidaridad y que ejerciera su paternidad; esperé demasiado.

El mensaje de su parte “te convertirás en papá y mamá “ fue evidente y toda una realidad, cuando él prefirió quedarse a emborrachar que irse a casa con su familia, y el siguiente fin de semana, llegó al departamento en total estado de ebriedad, y si, en esta ocasión a parte de haberse pasado de copas, se le pasó la mano y la lengua agrediéndome física y verbalmente, otra vez. Entre sus golpes y sus gritos, me corrió con todo y niña en brazos en plena madrugada.

Golpeada y humillada con mi hija en brazos, entendí y recibí el mensaje más claro: en ese momento yo era todo para mi hija. Han sido días difíciles como mujer y como mamá, noches totalmente en vela por cuidar a la niña que tanto ilusioné, imaginé tener y cada que la veo me derrite el corazón.

Así como como yo soy su “todo”por ahora , ella es mi todo por siempre. Todos los días, desde que ella está, estoy aprendiendo a ser la mujer que ella necesita como mamá. Sé que estoy muy lejos de ser la mamá perfecta y a él le agradezco que entre todo lo que me gritó, me haya dicho que nuestra hija le valía madres (lo dijo literal) porque como toda mamá, pondré mi 10000% cada día para ver a mi hija crecer sana, feliz y en un ambiente de paz y amor para enseñarle los grandes valores que forjan a un extraordinario ser humano.

Si hay maltrato no hay amor, y los hijos no merecen ser una atadura en una relación y mucho menos merecen ver y aprender violencia de la figura mas importante para ellos, sea mamá o papá quien lo ejerza.

Mi hija recién cumplió 3 meses , y todos los días le doy gracias a dios y a la vida por verla crecer, alimentarla, verla sonreír, por dormirla en mis brazos, bañarla, jugar y sobre todo agradezco cada día el besarla, abrazarla y decirle cuanto la amo.

Y hoy te agradezco a ti, por leer el comienzo de mi vida como mamá.

Cecy Muñoz.