Por: Karla Aglaé López Vega

Nunca imaginé que en algún momento sería una mujer “apta” para ser madre, incluso estando embarazada de ocho meses, recuerdo perfectamente que enfermé de gripa, me sentía muy mal, y lo único que deseaba era a mi mamá para que me cuidara en esos momentos y me apapachara. Fue entonces que me vi en un espejo y dije: “¿Qué estás haciendo? ¡Qué inconsciente eres! ¿Cómo puedes traer un niño al mundo si aún ocupas a tu mama para cuidarte? ¡No puedes siquiera cuidar de ti misma!”, el miedo se apoderó de mí.

Juliana nació a las 41 semanas de gestación, después de doce horas de trabajo de parto, la tomé entre mis brazos, la sostuve en mi pecho, y en ese momento, cuando la olí, la sentí y la miré a los ojos, el miedo se fue, dejé de tener miedo a sentirme no “apta” para ser madre, porque justo cuando la besé en su frente y la mojé con mis lágrimas, supe que no habría nada más en esta vida que no fuera capaz de hacer por ese ser que tenía en mis brazos, porque el miedo se transformó en fortaleza, de esa que te hace capaz de enfrentarte a lo que sea.

¿A lo que sea? ¿Incluso a las críticas que, disfrazadas de “consejos u opiniones” recibía de aquellas que sabían más de maternidad que yo? De que si lo cargas, se embracila; si lo dejas llorar, eres cruel; dale fórmula porque “no llena”, si se duerme contigo, lo vas a malacostumbrar, si lo sacas de tu habitación, eres fría; no la metas en guardería, no le des Gerber, en fin… todas tenían una opinión que dar, y obviamente, ante mi inexperiencia, trataba de complacer los consejos de mi madre, de mi suegra, tías, primas, amigas, etcétera.

Pasaron los meses y me di cuenta, que hiciera lo que hiciera en relación a la manera de cuidar a mi bebé, siempre había otras maneras de hacerlo “mejor”; entonces, por fin alguien me dio el mejor consejo que he recibido hasta ahora en cuanto a la maternidad: “disfruta de tu hija, porque los niños son un sueño, y mañana te vas arrepentir del tiempo que has perdido intentando complacer a los demás”. Ese consejo cambió mi vida.

Actualmente, soy madre de una segunda niña, y desde el primer minuto en que nació Emiliana, ejercí mi maternidad como me lo indicaba el corazón, la cargue hasta cansarme, la alimenté sólo con leche materna, y adivinen, sí llenaba y quedaba satisfecha aunque la demanda era extenuante (después les platico de esta experiencia), hice colecho, no solo con la bebé, sino que Juliana también se mudó a nuestra cama, y actualmente, después de dos años y medio del nacimiento de Emiliana, las dos siguen durmiendo en nuestra cama.

Siempre habrá quienes critiquen el hecho de que aun duerman mis hijas con nosotros, pero si a nosotros como familia nos funciona y no nos molesta (porque ha sido una decisión también de mi esposo), entonces porqué opinar sobre este y cualquier otro tema de maternidad; que si aún usa chupón, aún toma en biberón, que no deja el pañal, que come poco, tiene casi tres años y no habla, que es muy llorón, que si va al cole o a escuela pública.

Por cierto, aquella fortaleza que nació a la par de mi primer bebé, aumenta con el tiempo, es la que me permite escuchar consejos, decidir tomarlos o simplemente agradecerles,  y seguir gozando de mi maternidad.

Dejemos por favor de criticarnos mutuamente, y seamos compañeras de experiencias, porque definitivamente no somos las únicas en esto de la maternidad, en sí ya es difícil ser madre; respetemos la forma o manera de  crianza de cada mamá, porque finalmente, todas tenemos algo en común: EL AMOR, ENTREGA POR NUESTRO HIJOS, Y BUSCAR SIEMPRE LO MEJOR PARA ELLOS.

A ti mujer que en poco tiempo serás mamá, que eres madre primeriza o que ya tienes más hijos, no te sientas mal, críticas y opiniones siempre habrá, solo recuerda cada vez que veas a tu hijo(a) sonreír y cumplir cualquier logro, es porque lo estás haciendo excelente, y que para ellos, siempre serás la mejor mamá del mundo.