A veces me dan ganas de que alguien más piense por mí o tome las decisiones. Para no tener que angustiarme decidiendo si esos mocos que trae el niño son de doctor o sólo de loratadina, si está bien no bañarlo un día que hace frío, que vaya o no a la escuela cuando acaba de salir de la enfermedad, si debe ver esa película de superhéroes que es muy violenta, tomarse un jugo artificial entre semana, si puede faltar al tenis por ir a una fiesta,  sí ya comió lo suficientemente sano entre semana para relajarse en la alimentación el fin de semana, dejarlo a dormir con los abuelos, ir al parque o quedarse en casa, si el duende de Navidad llega el 24 de noviembre o hasta el 1 de diciembre.

De las decisiones grandes e importantes hasta las más insignificantes. Pero todo, absolutamente todo, al menos en mí provoca horas extras de trabajo mental. Y de verdad que en la práctica puedo ser una mamá relajada y no me ven con los pelos parados todo el tiempo, pero si se metieran en mi cabecita encontrarían un verdadero desastre. Uno de esos diagramas de SI, NO, TAL VEZ y lo que pasaría en cada caso. Igual imaginar cada cosa no siempre ayuda para decidir bien y rápido. Seguro no sólo me pasa a mí.

A veces tengo una de esas imágenes mentales en las que yo estoy tal cual en un camastro leyendo un libro  y alguien más me dice: “le toca la medicina a tales horas”, “ya está el menú de la comida semanal y además de lunches”, “hay que llevarlo al doctor por tal”, “acuérdate que a las 7:30 tiene que estar acostado”, “ya están listas las maletas de la semana (escuela y otras actividades)” y algunas cositas como esas. Detallitos, sí, pero en los que la mamá no tuviera que pensar ni interferir.

Pero mientras el sueño se hace realidad, además de pedir el consejo del papá, OBVIAMENTE está la tradicional llamada o mensaje a la amiga de cajón que ayuda en los casos desesperados. Al final parece que te da el avión, porque como debe ser, eres tú quien realmente termina tomando las decisiones. Pero al menos te escucha y se avienta un par de comentarios para hacerte sentir que tus dilemas maternales le importan y te tranquiliza diciendo que se resfrió porque le dio el sol en el paseo del cole, que no pasa nada si no se baña o que está bien que el duende llegue antes para que viva la magia de la navidad todo un mes (aunque eso implique más friega para la creadora de las travesuras duendiles).

Ya sabemos que este es un trabajo en el que no puedes relajarte al ciento por ciento. Y aunque te adaptas y amas tu rol de madre, siempre hay alguna circunstancia que te pone a prueba. Por muy pequeña que sea. Y si además eres una persona que le da muchas vueltas a las cosas, pues necesitas descansar el cerebro porque lo traes trabajando de más.

Entonces para esta mamá del torbellino de cinco años el agotamiento en días recientes no es tan físico, como mental. Decidir y ejecutar pensando que tal o cual es lo mejor y con la duda eterna de saber sí lo estás haciendo bien. ¿Será que esa duda no se va jamás? O cuando ya eres mamá top, digamos en unos años más, ya ni cuenta te das de las quince cosas que decides por minuto.

Ah y por cierto, el duende navideño sí llegó antes, ya luego les platico nuestras aventuras con “Jingle” una de esas tradiciones que no existían (al menos en México) cuando yo era niña, pero que efectivamente hacen más emocionante y divertida la época.