No es la frase que más me gusta escuchar en voz de mi hijo de seis años porque a veces me invade la flojera o pienso que podríamos hacer otra cosa como dibujar o salir a dar un paseo. Pero como dice la célebre rana de los memes, “luego me acuerdo que es lo más importante para ellos y se me pasa”.

Y entonces me siento en el piso para jugar con los superhéroes o con los coches, o nos quedamos alrededor de la mesa de centro de la sala, su centro de juegos favorito para armar legos, lo que menos me gusta en la vida y lo que más lo enloquece a él. Ni modo, cuando era chica me paraba y me iba cuando había que armar lo que fuera y ahora me aguanto y me quedó. A últimas fechas hasta le estoy agarrando gusto a las luchitas, de las que tampoco era muy fan, pero el niño de mi casa se muere de risa y gusto cuando su mamá es el guasón que lucha contra mini Batman.

Lo escuché de una psicóloga infantil y hasta lo apunté: “Cuando juegas con tus hijos eres la mejor versión de ti misma. Eres tu yo más amable, te ve en un momento relajado”. Tiene toda la razón y me doy cuenta en las reacciones infantiles. Una vez que me sacudo la flojera mental que me da pensar en entrarle al juego y lo veo emocionado viendo como su mamá se arrastra con él, hace carreritas y grita para perseguirlo, se me olvidan todos los peros que le encuentro a jugar. Es verdad eso de que recuperamos un poco de nuestra niñez cuando tenemos niños cerca.

No nos dan todas las tardes para jugar juntos, bueno no me da a mí, y con las actividades cotidianas se puede complicar. Pero tengo como regla que al menos tres veces a la semana nos demos el tiempo de jugar juntos. Él juega muchísimo, encuentra un espacio todos los días y es muy bueno haciéndolo solo, pero nada como poder compartir esos ratos con alguien y si es uno de sus papás, se los juro, la experiencia se transforma en el mejor momento del día.

Además, tenemos la parte seria y profesional. La mejor manera para que los pequeños aprendan es el juego. También les ayuda a desarrollar destrezas y habilidades, se forman una imagen del mundo, reproducen su realidad y la elaboran para entenderla y hay muchos beneficios más por los que los expertos recomiendan que jueguen, jueguen y jueguen.

Acabo de leer que sólo tenemos 18 veranos para disfrutar con nuestros hijos y me entra el pánico por no estar aprovechando el tiempo como debo. Por eso me olvido de mis ganas de recostarme 15 minutos en la cama, de ver un capítulo de la serie de moda, de doblar ropa o de estar tonteando en el celular y lo cambio por sentarme a su lado, aceptar sus reglas (porque él siempre manda, aunque eso no sea lo ideal) y me transformo en la compañera de juegos que más feliz lo hace.