Es muy fácil decir que no somos juzgonas, pero siendo honestas, ¿quién no ha caído? A mí, con toda la convicción que tengo de formar parte del movimiento “el respeto a la crianza ajena es la paz”, a veces me cuesta trabajo no opinar o juzgar en algunos casos. Y no he encontrado a ninguna mamá que de plano no señale, critique o juzgue aunque sea un poquito a la de junto. Incluso las que se dicen más light, zen, y relajadas siempre tienen algo que decir.

En mi caso, cuando veo a mis cercanas sufrir por un tema por el que yo ya pasé, lanzo mis sugerencias o conocimientos sobre el tema, aunque nadie me los pida, casi siempre son bien recibidos y hasta se agradecen. Y lo hago porque alguna vez alguien me dijo, sugirió, enseñó, y me facilitó la vida. Todavía recibo sabios consejos de mamás veteranas y los sigo pidiendo. Nada como la experiencia de otra para mejorar tu maternidad.

Cuando fui a conocer a Lisa G, la consentida de esta página porque es la inspiradora del proyecto, fui con el propósito de escuchar a la nueva mamá, que siempre tiene mucho que decir, y así fue, lo juro, hasta que llegó el hipo por frío en medio de un cambio de pañal que ya había durado más de lo deseado y deslicé una sugerencia, junto con la abuela de la bebé que también estaba ahí, pero creo que la mamá de Lisa ya estaba un poco estresada y lanzó con voz fuerte un: “vienen a criticar o a vernos”, la verdad me causó un poco de gracia, pero la comprendí perfecto y no dije más. Me limité a contestar todo lo que me preguntó y a no agregar mi opinión. Sí, lo sé bien, es un fastidio estar escuchando cosas todo el tiempo, más cuando eres primeriza, es un bombardeo constante, ya que tienes “callo” entonces sí te abres a escuchar distintas opiniones sobre un mismo tema y hasta participas.

Lo que creo no se vale juzgar es el método de crianza elegido, entrarle a la famosa polémica leche materna – fórmula, o colecho-desapego, hay temas que definitivamente competen a los papás y aunque pensemos diferente simplemente no nos corresponde entrarle. Pero hay otros asuntos que casi me provocan tics nerviosos, y les confieso unos para que me juzguen si quieren. Como el tema del maltrato, la alimentación no saludable, los límites inexistentes en los críos ¡ay y cómo me tortura que no los lleven en el auto asiento! Y les juro que evito mis comentarios, pero no siempre lo logro. Así que sí, está pésimo juzgar, pero a veces es inevitable y la diferencia la hacemos nosotras cuando estamos conscientes de que no debemos interferir en la maternidad de alguien más, porque en la mayoría de los casos, se hace lo mejor que se puede con lo que tenemos.

De vacaciones con mi hermana, que tiene una bebé de casi dos años, me mordí la lengua como 15 veces para no decirle que se estaba haciendo la vida complicada por cargar cosas en exceso, preocuparse por la sal del mar, o intentando no romper la rutina en vacaciones, otras veces no pude guardar silencio y lancé una que otra sugerencia-comentario-parecer. Quizá porque es tan personal, tenía que decirlo o más bien sentí la confianza de andar de opinionitis. Pero aquí la intención lo cambia todo, porque no era con el afán de criticar por el puro gusto, si no en serio de poder cambiarle el panorama para que no se sintiera tan abrumada.

Quien esté libre del pecado de juzgar pues felicidades, en serio. Yo soy mamá imperfecta y ser humano más imperfecto aún y sí, lo reconozco, se me sale de vez en cuando lo opinadora.