Sí, así es: primero yo, luego mis hijos. ¡Hijole!, ya sé que vas a decir: “qué egoísta mujer, ¿cómo puede decir eso?”. No te culpo porque yo también lo pensaría, pues nos han enseñado que primero van los hijos antes que nada y que nadie. Nos han dicho que el hecho de ser madre, nos quita el derecho de ser personas con necesidades vitales y sumamente importantes, porque culturalmente la madre –tipo la del logo del Seguro Social que casi asfixia en un abrazo a sus hijos- es una madre que se quita el pan de la boca para darlo a sus críos y usaría zapatos rotos con tal de que sus hijos traigan buen calzado.

¿Será esto la verdad? ¿En verdad el ser madres nos nulifica como seres humanos? ¿En serio dejarías de comer para que comieran tus hijos? ¿Por qué no partir el pan? ¿Por qué no el equilibrio? Aristóteles decía que la virtud cuando no está en su punto medio deja de serlo, ya sea por carencia o por exageración. Es decir, ser humilde está padre; su opuesto es ser ultra vanidosa, lo cual no es bueno para nadie; y la parte exagerada es dejar que te pisen, ser extremadamente humilde hasta llegar a la humillación. Por ello el justo medio es virtud, los extremos no.

Así el ser madre, no requiere ser la máxima abnegada, ni una egoísta de siete suelas, puedes ser una madre que se cuida y ama, porque sus hijos la necesitan sana y bien: en equilibrio. No es ni me gasto todo en mí, ni tampoco no haberte comprado unos zapatos para el trabajo hace dos años… Es distribuir, ¡pero contarte A TI MISMA en la distribución! A ti también te toca pastel. ¿O por qué no?

Te cuento que todo esto lo he reflexionado, en estos últimos días en que he estado en cama y hospitales, en donde me he sentido más mal que nunca y tantos días aislada me han dado mucho para pensar. ¿Qué me paso? Me dio una infección intestinal que al parecer me curaron, pero me regresó peor y me volvieron a internar, a los días de recuperarme me seguía doliendo mucho debajo de la costilla, me hicieron estudios y estaba mi vesícula a punto de estallar. Me operaron y aunque sigo en cama por el dolor de la operación y los puntos, ya voy estoy mejor. Esto es lo clínico, lo que me paso en mi cuerpo, pero aquí lo importante es ¿por qué me paso esto?

Resulta que la vesícula es el órgano del cuerpo que recibe la bilis. Sí el típico: “no hagas corajes porque se te puede derramar la bilis”, es cierto y ese líquido llega a la vesícula. Sobra decirte que siempre mi problema ha sido el enojo y he luchado toda mi vida contra él. Meditación, rezos a la Virgen, terapia, hipnosis, reiki, masajes, hierba de San Juan… bueno lo que quieras he hecho para dejar el enojo y nada más no se me quitaba. Pues pasando los años, y justo como siempre dicen que todo te pasa cuando cumples 40 años, todo el enojo y frustración acumulada fue pudiendo mi vesícula y gracias a Dios me la quitaron a tiempo porque pudo haber explotado (como el apéndice) y que no la contara. Pero, de nuevo ¿qué me llevo a esto? ¿Por qué llegue hasta aquí?

La respuesta es obvia: porque no me cuidé. Porque puse a todo el mundo antes que yo. Porque comencé a cargar con todo: cuentas, gastos, responsabilidades, el súper, las tarjetas, que si llegó la muchacha, la logística de tres hijos de distintas edades, siendo el más chico de 2 años… Además de las responsabilidades de la oficina, los viajes, dar resultados, tener gente a mi cargo y sobretodo un ego tan grande de querer ser la perfecta, la que todo hace bien, la que no falla, el ejemplo de todos… y todo esto ¿para qué? ¡Para casi morirme de la cantidad de estrés que he manejado los últimos 10 años y que me hizo perder mi vesícula!

Creo que ya no más. No vale la pena pasar la vida partiéndote en 50 pedazos para no decepcionar a tus hijos, para apoyar a tu marido, para quedar bien con las otras mamás de la escuela, para ser una buena suegra y tragarte las groserías de tus cuñadas, para ser la profesional de premios, para ganar. ¿Pero ganar qué o a quién?

Hijóle, de veras que cuando llegue a este punto en el hospital, con mi vida en riesgo, sintiéndome más mal que nunca en mi vida, te lo juro que grité ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡RENUNCIO!!!!!!!!!! Yo ya no voy a cargar mi vida. Yo voy a VIVIR mi vida. Me di cuenta que he estado como caracol cargando la vida a rastras y hoy decido no hacerlo más. Si quedo mal con mis hijos, esposo, y toda la demás gente, ya no me importa, porque hoy entendí que sólo si estoy bien yo, si me cuido, si como a mis horas, si dejo de sobrecargarme de chamba, si dejo de ser el chofer UBER de mis hijos, si dejo de resolverle la vida a mi esposo, sólo así dejaré de cargar mi vida, de afectar mi salud, de frustrarme cada dos minutos y de enojarme por todo lo que tengo hacer.

Y ¿sabes? En el camino descubrí que no necesito dejar de enojarme, sólo necesito dejar de presionarme… eso es todo. Vivir la vida disfrutandola y hacer sólo lo que puedo, ese es mi lema a partir de ahora, porque PRIMERO YO.