Como impensable y horrible que el abuso infantil nos parezca a la mayoría de la gente, es por desgracia bastante común en el mundo. Las implicaciones conductuales de éste son variadas y duraderas. Y un nuevo estudio ha revelado cómo las experiencias traumáticas de la niñez dañan a los niños más tarde en la vida, provocando cambios en la estructura física de sus cerebros. Junto con conocer los efectos del abuso infantil, es importante saber cómo detectar sus señales de advertencia y discutirlo con tus hijos.

Un estudio que salió de la Universidad McGill encontró que las personas que sufrieron abuso severo como niños tuvieron cambios en las estructuras neurales de áreas particulares de sus cerebros, según informó Science Daily. Para que el cerebro funcione en su capacidad óptima, las señales eléctricas necesitan recorrer largas distancias para comunicarse con las células situadas en otras regiones del cerebro.

Según el estudio, las fibras nerviosas que conducen estos mensajes se conocen como axones. Los axones más largos generalmente están cubiertos por un recubrimiento graso conocido como mielina, que los protege y permite la conducción eficiente de señales eléctricas. La mielina se acumula durante la vida de una persona, pero principalmente durante la infancia. Los investigadores en este estudio encontraron que el revestimiento de mielina en una proporción significativa de la fibra nerviosa del axón de las víctimas de abuso era mucho más delgada de lo que cabría esperar.

¿Qué significa esto? Básicamente, las secciones del cerebro que están completamente conectadas en la mayoría de los adultos son menos en aquellos que fueron gravemente maltratados durante la infancia.

Según el estudio, los investigadores creen que estas diferencias pueden ser la causa de las dificultades mentales y de comportamiento que a menudo se asocian con víctimas de abuso, como el aumento de trastornos psiquiátricos como la depresión y altos niveles de impulsividad, agresión, ansiedad y más abuso frecuente de sustancias y suicidio. Esto se debe a que la alteración de la conectividad neural, como la que se encuentra en los cerebros de estas víctimas de abuso, puede afectar la regulación de las emociones.

El abuso tiene un impacto permanente en los niños y según la Red Nacional de Violación, Abuso e Incesto (RAINN, por sus siglas en inglés), casi un millón de niños son abusados ​​todos los años sólo en los Estados Unidos (en México la cifra es casi la misma). Muchos incidentes no se reportan y no se detectan, principalmente porque los niños tienen miedo o no saben cómo buscar ayuda. RAINN informó que a menudo los niños conocen a sus agresores y el abuso se lleva a cabo en casa.

Estos factores hacen particularmente difícil que los niños denuncien porque pueden sentirse atrapados, temerosos o incluso afectuosos hacia sus abusadores. Por eso es importante que otros adultos sean capaces de reconocer los signos de abuso infantil. Si bien los signos no siempre son obvios, hay algunos indicadores físicos y de comportamiento detectables de que un niño es abusado. RAINN proporciona una lista de señales de advertencia para el abuso infantil:

  • Signos conductuales: Disminución o aparente amenaza por contacto físico, comportamientos regresivos como chuparse el dedo, cambiar rutinas de higiene tales como negarse a bañarse o bañarse excesivamente, comportamientos sexuales inapropiados para la edad, trastornos del sueño o pesadillas.
  • Signos físicos: Moretones o hinchazón cerca del área genital, sangre en las sábanas o ropa interior y hasta huesos rotos.
  • Sugerencias verbales: Usando palabras o frases que son “demasiado adultas” para su edad, silencio inexplicable o repentinamente hablan menos.

Si crees que un niño está siendo abusado, el siguiente paso sería hablar con él o ella. Sin embargo, es importante crear un ambiente no amenazante que haga que el niño tenga más probabilidades de hablar abiertamente. Algunas pautas generales de RAINN para lograr este objetivo incluyen elegir un tiempo y lugar con cuidado, siendo consciente de tu tono de voz, es decir, no demasiado serio, platicando con el niño en un lenguaje que él o ella puede entender, escuchar y evitarles el juicio o la culpa y asegurando al niño que no es culpa suya.

Después de llevar a cabo la conversación, si sientes que hay algo inapropiado, informa a las autoridades competentes. Hacerlo puede no ser fácil, pero podría salvar la vida del niño en cuestión.