Los berrinches suelen ser la única manera en que los niños pequeños pueden expresarse cuando están cansados, irritados, hambrientos, incómodos o simplemente no quieren hacer algo. Son básicamente una mezcla del llanto que hicieron cuando eran bebés y la expresión verbal que están aprendiendo a hacer ahora. Simplemente no siempre tienen las habilidades a los 3 o 4 años de edad para expresarse de manera articulada en momentos de frustración y angustia.

Pero mientras ceder a estos berrinches podría terminar el problema temporalmente, sólo lo perpetúa a largo plazo. Si tu hijo aprende que puede doblegarte, sus berrinches y pataleos probablemente comenzarán a empeorar.

Catherine Pearlman, profesora asistente en la Universidad de Brandman y fundadora de The Family Coach, explica que: “Cuando los padres se rinden a lloriqueos, están reforzando el comportamiento, lo único que provocarán será que el comportamiento se repita, porque a los ojos de sus hijos es eficaz”.

Si los padres simplemente ignoran los llantos y gritos, los niños inmediatamente verán que sus gimoteos no tienen efecto, continúa Pearlman. Los padres deben tratar de alabar a sus hijos cuando no están quejándose. “Trate a los niños con atención cuando se comporten bien e ignórelos cuando hagan berrinches, y pronto, los niños encontrarán maneras más deseables de lograr sus pequeñas metas”.

Por supuesto, esto es más fácil decirlo que hacerlo. Sin embargo, es probable que valga la pena más de un esfuerzo de tu parte como madre. Según el Dr. John Mayer, Psicólogo Clínico en Doctor on Demand, puede haber consecuencias importantes si cedes constantemente a los dramas de tu hijo. “Los padres pueden, sin saberlo, atrasar los avances del desarrollo, como el del habla, la socialización, la comunicación, el control y la comprensión de las emociones”.

Ser consistente en tratar de ignorar los comportamientos berrinchudos es una buena manera de empezar, al igual que alabar a tus hijos cuando usan voces regulares y educadas para pedir lo que quieren o necesitan. Un pequeño empujón, como recordándoles que las voces quejosas y chillonas son difíciles de entender y asegurarles que esperarán hasta que estén listos para hablar normalmente, también pueden ayudar.

Finalmente, todos nos quejamos por naturaleza, pero los niños siempre están viendo y escuchando, por lo que es vital tener en cuenta tus propios comportamientos quejumbrosos o de drama también y mejor evitarlos… o al menos frente a ellos.