A los chiquillos todo se les hace barato, ellos creen que en la vida real nos entregan un fajo de billetes cómo en el monopolio y podemos ir comprando lo que se nos antoje.

Vivo con mi hijo de ocho años y una de las cosas que le quiero dejar en claro es qué hay una gran diferencia entre las cosas que tienen valor y las que tienen un precio.

Que hay que ganarse las cosas y qué hay otras que no se pueden comprar ni con todo el dinero del universo.

Ayer mi hijo me dijo:

“Má ya no trabajes, o busca un trabajo que nunca tengas que ir los domingos y que te puedas levantar tarde”

Le contesté:

“Trabajo porque hay que ocupar nuestro tiempo en hacer cosas buenas , trabajo porque me hace feliz y además hay que trabajar para ganar dinero”

Saqué algunos recibos de la luz, boletos de avión que el guarda, le enseñé el refri (lleno) y le dije que todo eso era posible gracias a que su Mamá trabajaba.

Le dije que yo me hago cargo de todos los gastos de la casa, y que si no trabajo no podría pagar el gas y que sin gas no hay agua caliente.

A los minutos de empezar la plática me dijo: “Má ya busca más trabajos, porque quiero conocer Hawaii y Nueva York y el dinero ya dices tú que no crece de los árboles, así que ojalá te den más reportajes”
Amo a los chiquillos, amo su forma de ver la vida, amo su manera de solucionar todo.

Muchas mamás pensarán que no hay que hablarles de dinero a ésta edad y no, no es hablarles de dinero, sino hablarles de que hay que ganarse las cosas, que si hay fines de semana que hay que trabajar se trabaja y luego nos reponemos con una “escapada sorpresa”, qué hay responsabilidades y recompensas.
Que los lujos hay que ganárselos y ganarlos es divertido y qué hay que ser disciplinados.

¡Uff! Y de este tema se que varias de ustedes se identificarán conmigo y probablemente otras pensarán que soy un sargento.