Durante los primeros años de vida, tomar una siesta es ideal para el organismo, ya que ayuda muchísimo a que los infantes no muestren irritabilidad, llanto o síntomas negativos que se conviertan en algo nocivo en su vida.

En un recién nacido no hay un hábito de sueño, sin embargo, a partir de las seis semanas los infantes necesitan dormir 16 horas al día y deben tomar siestas por periodos de tres a cinco horas al día.

Durante los seis meses de edad, deben dormir entre 13 y 14 horas al día y 2 y 4 horas de siesta al día, las cuales deben dividirse en dos.

Al llegar al año, las horas de sueño disminuyen y la siesta también, ya que solo se debe tomar una siesta al día de entre una hora y media, y tres horas.

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Desde los 3 años hasta los 5 años, las horas de siesta van disminuyendo con el único fin de que estas no afecten sus hábitos de sueño. Este descanso debe ser siempre después del almuerzo, con el único fin de convertirla en parte de su rutina.

Es recomendable que los niños entre 6 y 10 años de edad no tomen una siesta, debido a que pueden generar malos hábitos de sueño. Ellos deberán dormir entre 11 a 10 horas de sueño por la noche, por lo que se cree que ha alcanzado una madurez en su descanso.

Beneficios de la siesta:

Las siestas suelen ayudar a la memoria de los infantes en su crecimiento, disminuyen síntomas de hiperactividad, ansiedad y depresión.

Así mismo, desarrolla su capacidad, ya que el cerebro suele descansar en esos momentos y logra un mejor rendimiento escolar e incluso puede mejorar su forma de comunicarse con los demás.

En el organismo, suelen modular las funciones cardiovasculares, respiratorias y endocrinas, así mismo se libera la hormona del crecimiento, que es esencial para un buen desarrollo.

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Lo más importante es no depender de las siestas para tener un descanso completo; es necesario entender que cada niño es diferente y en ocasiones no necesitan de las siestas para desarrollarse plenamente.

Con información de los Pediatras de Atención Primaria (SEPEAP).