La época de tirarse al sol cual lagartija, salir a las noches de fiesta, regresar casi al amanecer y despertar a medio día durante las vacaciones en la playa, quedaron muy en el pasado.

Ahora dicen mis amigas que traemos bronceado de mamá (sólo hombros quemados por estar cuidando niños en la alberca) y si a las 10 de la noche seguimos despiertas, ya estamos desveladas.

Así íbamos dos mamás al súper en el puerto, casi a las 11 de la noche, recordando nuestras épocas de juventud y soltería, o mejor dicho la época A.H., antes de los hijos. Ahora, en lugar de ir todas arregladas y pintaditas, traíamos chanclas y muchísima flojera después de dejar a los niños dormidos y encargados, para poder ir a hacer la compra de la vacación.

La verdad es que sí añoramos un poquito esos tiempos, se nos notaba nostálgicas hablando y recordando la playa sin responsabilidades, los viajes con amigos sin vida de adultas, es que ya somos “señoras mayores” dice mi hijo. Eso debe ser.

Pues sí, cómo hemos cambiado. Y nadie nos avisa, ni hay un solo anuncio en la juventud que nos advierta “Disfruta esta es tu última vacación de relajo” o “Se agota el tiempo, esto nunca volverá a ser lo de antes”. Seguramente conforme los hijos crezcan o hagan su vida independiente y demás, habrá otra vez vacaciones relajadas, aunque tampoco serán como fue en el pasado.

Cambiaron los roles y ahora somos las mamás que cargan la bolsota de playa con bloqueadores, ropa seca, gogles, gorra y juguetes de playa ah claro y si es el caso la hielera con agua y refrigerios saludables. Ahora nos toca sentarnos en la arena (aunque nos choque) a hacer figuras en la arena o a jugar a enterrar niños o futbol y estar de vigías en el mar y eso sí, ahora como antes disfrutamos de caminar por la playa en busca de conchas, que para los niños es como encontrar tesoros.

Y como ya lo sabemos de memoria, todo en la maternidad tiene sus dos lados. Nadie disfruta tanto unos días fuera de la ciudad como los chiquillos. Nadie explota más las horas y horas en la alberca como los niños y afortunadamente nadie cae tan rápido en las noches después de un día bajo el sol, el mar y la arena como los chamacos.

La nueva cara de las vacaciones viene cargada de caritas que reflejan felicidad total, emoción y claro de una energía indescriptible. Para ellos salir de la rutina, romper los horarios, comer comida chatarra y convertirse casi en peces por el tiempo que están en el agua, es sentirse libres. Si a eso le sumas poder disfrutar la compañía de los pequeños amigos que se convierten en cómplices de viaje, las agotadoras pero muy felices vacaciones valen doble la pena.