De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, para la mayoría de los adolescentes, nueve horas de sueño son ideales. Desafortunadamente, muy pocos en realidad están manejando eso. De hecho, las encuestas muestran que menos del 9% de los adolescentes duermen lo suficiente. Y la cantidad de descanso que reciben disminuye a medida que avanzan en la escuela secundaria y preparatoria.

De hecho, el psicólogo de la Universidad de Cornell James B. Maas, PhD, un destacado experto en sueño, llega incluso a llamar a los adolescentes “zombis” porque viven de muy poco sueño.

¿Qué impide a los adolescentes obtener el descanso que necesitan? Una variedad de factores, que incluyen el uso de la tecnología, la ingesta de cafeína, cargas pesadas de tareas, actividades extracurriculares y escuelas con horarios de inicio temprano. Además, los adolescentes experimentan un cambio en sus relojes biológicos internos después de la pubertad; sus ritmos circadianos naturalmente los mantienen despiertos más tarde en la noche.

La investigación ha encontrado un vínculo claro entre la privación del sueño y la depresión y ansiedad entre los adolescentes. En un estudio de casi 28,000 estudiantes de secundaria, los científicos descubrieron que cada hora de sueño perdido se asociaba con un aumento del 38% en el riesgo de sentirse triste o sin esperanza, y un aumento del 58% en los intentos de suicidio. Otro estudio encontró que los estudiantes del último año de prepa tenían tres veces más probabilidades de tener síntomas fuertes de depresión si tenían somnolencia diurna excesiva.

Además, la falta de sueño puede causar estragos en las emociones ya turbulentas de los adolescentes. En estudios realizados en la Universidad de Arkansas, las personas que perdieron una noche de sueño respondieron con más emoción a los factores de estrés presentados en el laboratorio, lo que llevó a los investigadores a concluir que la falta de sueño tiene un impacto negativo en el funcionamiento del circuito de regulación emocional del cerebro.

Eso significa que un adolescente que recibe menos descanso tendrá más probabilidades de tener respuestas emocionales extremas a los eventos diarios. Estos hallazgos son especialmente preocupantes porque los adolescentes ya están en riesgo de una pobre autorregulación emocional; en los adolescentes, la corteza prefrontal (la parte del cerebro que controla la autorregulación) está subdesarrollada. La falta de sueño agrega combustible al fuego.

Junto con la regulación de las emociones, la corteza prefrontal también regula el funcionamiento ejecutivo: la toma de decisiones y el control de los impulsos. Como resultado, los adolescentes que duermen menos tienden a participar más frecuentemente en conductas de riesgo.

La investigación muestra que la falta continua de sueño puede aumentar la probabilidad de que los adolescentes consuman drogas y alcohol. Un estudio de 2015 descubrió que las dificultades para dormir y las horas de sueño pueden predecir una serie de conductas peligrosas entre los adolescentes, como el consumo excesivo de alcohol, el manejo en estado de ebriedad y las relaciones sexuales sin protección.