Cuando escucho a las mujeres que están cumpliendo 50 años quejarse pienso “No están vivas“ , si bien es cierto que empezamos a descomponernos por uso extremo también lo es que llevamos un corazón más expandido y listo para la mejor época de nuestra vida ya que la experiencia que las jóvenes necesitan nosotras la tenemos.

En esta etapa los hijos empiezan a dejar el nido , el marido  no acepta que los años van pasando queriendo robarle al tiempo los suspiros de la juventud y a nosotras las hormonas empiezan a abandonarnos haciéndonos pensar que la vitalidad se está acabando y no nos queda más que conformarnos con lo que está.

Y el vacío se va instalando haciéndonos presa de la nostalgia, recordamos los sueños frustrados, van apareciendo sigilosamente las enfermedades y lo más lamentable creyendo que dejamos de ser esas mujeres fuertes que todo lo podíamos, que el día tenía 24 horas, que nadie era capaz de hacer las cosas mejor que nosotras y que la vida se nos está yendo de las manos.

Muchas se resisten a dejar de ser mamas cuidando nietos, lo cual admiro muchísimo y es hermoso sentir de nuevo las risas de los niños en casa, pero hay que recordar que la etapa de crianza ya paso y requerimos aceptar que somos mujeres libres para hacer de nuestra vida lo que queramos, podemos por fin disponer las mañanas para desayunar con las amigas, estudiar algo que siempre quisimos hacer, hacer ejercicio o simplemente ver televisión, pero por lo general hay mucha resistencia a hacerlo porque dentro hay la sensación de seguir siendo útil a alguien.

Platicaba con una persona y me decía, “Es que todos me necesitan” y esto es lo más común, sentir que alguien nos necesita es la pastilla para mantenernos activas y solo hay que darnos cuenta que es una costumbre, porque ya hicimos todo lo que teníamos que hacer para que nuestros hijos crecieran fuertes y responsables, si por alguna razón no sucedió , la vida es tan sabia que los obligara a hacerlo, y cuando lo hayan logrado habrán aprendido lo que por exceso de amor no les enseñamos, que es a ser libres.

Las madres somos tan expertas en dar contención a la familia que se nos va olvidando la palabra libertad, esa misma que no les ofrecemos a los hijos por miedo a que se dañen creando lazos de dependencia tan fuertes que en muchos casos nunca se llegan a romper y que nos mantienen también a nosotras atadas a lo mismo aunque ya no sea nuestro compromiso de vida.

Hoy quise iniciar este año con este tema dedicado a las mujeres de 50 y más porque creo que es importante que nos demos cuenta que somos el ejemplo y la esperanza para las futuras generaciones, nuestras hijas y nietas necesitan saber que habrá un momento en sus vidas que podrán disfrutar de ellas mismas, ya no tendrán que hacer nada por sus hijos más que amarlos después de amarse primero a ellas mismas.

En este año estoy cumpliendo mis maravillosos 60 años, llena de plenitud y alegría, amo ver a mi hija en esta etapa de esposa y madre de una manera en verdad gratificante para mi , creo que aprendió bastante a mi lado como para no tener que decirle nada, es una mujer maravillosa que va sorteando sus días entre su familia y su trabajo con esa vitalidad y alegría que un día vio en casa, y se que en la medida que vea a una mama proactiva en la tercera edad será su siguiente aprendizaje.

Amigas todos los días damos testimonio, el hecho de que los hijos ya no estén con nosotras no significa que ya no tenemos que enseñarles nada sino todo lo contrario, ahora tenemos el deber de enseñarles a vivir y disfrutar de la vida plenamente, con objetivos que nos llenen de vida, amándonos y respetando nuestros espacios, aprendiendo que nos tenemos a nosotras mismas para seguir teniendo sueños y anhelos donde ahora nosotras seremos las protagonistas.

Que este 2018 sea de renacer, de crear y diseñar la vida que queremos y sobre todo de amarnos, te dejo este escrito maravilloso de John O’Donohue

“Que tu mente habite en tu vida, con la misma certeza con la que tu cuerpo pertenece al mundo. Que la sensación de algo ausente ensanche tu vida, que vivas en la vecindad del asombro. Que te despiertes con el misterio de estar aquí, y entres a la inmensidad silenciosa de tu propia presencia. Que respondas al llamado de tu don y que encuentres el valor para seguir su sendero. Que la flama de la ira te libere de la falsedad. Que puedas tener tiempo para celebrar los milagros silenciosos que no buscan atraer la atención. Que escuches tus ansias de ser libre, que los límites de tus pertenencias sean suficientemente amplios para el sueño de tu alma. Que te despiertes cada día con una voz de bendición, murmurando en tu corazón que algo bueno te ocurrirá. Que encuentres armonía entre tu alma y tu vida. Que la mansión de tu alma nunca se convierta en un lugar atormentado. Que exista generosidad en tu contemplación cuando veas tu alma. Que tu ángel te libere de las prisiones de la culpa, del miedo, de la decepción y de la desesperación. Que tu compasión alcance a aquellos de quienes nunca escuchamos, y que puedas tener el valor de hablar por los excluidos”.