Ahora toca ponerme seria. De vez en cuando no está mal. Y como dicen por ahí, lo que aquí se escribe es responsabilidad ciento por ciento del autor. No pretende ser una imposición, crítica o linchamiento. Y no se acerca a un tratado científico ni nada que se le parezca. Pero es sin duda, una preocupación de mamá.

Es temporada de la polémica vacuna de influenza. El tema de la vacunación está lleno de posturas encontradas y en algunos países existe el llamado movimiento “antivacunas”, que en los últimos años ha tomado fuerza.

Cuando alguien me pide un consejo al respecto hago mi cara de “¿estás segura de que quieres saber mi opinión?” y trato sólo de recomendar que investiguen, se informen, pregunten al médico y tomen una decisión basada en hechos comprobables, no en dichos populares, sospechosismos sin fundamento o suposiciones. Y a veces también recurro a uno de los relatos y notas que más han llamado mi atención sobre el tema.

El reclamo de unos padres que perdieron a su hijo de 6 años en España por difteria. Una enfermedad que tenía 30 años de no existir en ese país, pero su bacteria encontró alojamiento en un niño no vacunado, para el que no se pudo encontrar el antídoto de una forma rápida, porque la enfermedad estaba erradicada décadas atrás. Como es lógico los papás estaban devastados y dijeron sentirse engañados por los antivacunas que les vendieron una idea que en su caso terminó con la vida de su hijo. Esto ocurrió hace más de dos años y ahora en Europa la preocupación va en aumento por otra enfermedad que está cobrando vidas y que tiene un repunte por los niños no vacunados, el sarampión.

Yo sé que en nuestro mundo actual pensar mal está bien, si nos dicen que las farmacéuticas se benefician con las vacunas porque les pagan millones, lo creemos, porque estamos muy acostumbrados a que todo sirve a intereses personales y entonces, muy pocas personas nos ponemos a estudiar ingresos y datos para saber cuánto realmente ganan las empresas por vender vacunas y cuestionamos si no les convendría más no vacunar, porque habría más enfermos y se gastaría más en sus medicamentos.  

Y cuando me hablan, preguntan o rebaten con la sonada historia de la relación de la vacuna triple con el autismo, les cuento lo que sé del tema, intento resumir para no apasionarme mucho. Un doctor que publicó sus hipótesis en una revista científica. Después de años de pruebas y estudios sus dichos nunca pudieron comprobarse. A él le quitaron la licencia para ejercer y la publicación retiró el artículo.

Pero lo que más funciona es la experiencia propia y dejo en claro que yo hasta ahora le he puesto todas las vacunas a mi hijo. Y cada año, ahorita que es niño pequeño le pongo la de influenza. Sí, se ha llegado a enfermar después de ponérsela, pero no como los hijos de conocidas mías que sufrieron cuando les dio influenza. Para mí este no es un tema sólo de respetar la crianza, el tipo de familia o la opinión de los papás, porque en este caso la decisión afecta a terceros. Los padecimientos que habían logrado mantenerse a raya, vuelven y exponen a los demás, porque como sabemos, tener la vacuna no es garantía de que jamás te vas a contagiar.

Ahora si voy a parecer muy mamá y hasta maestra pero información es poder. Y este tipo de decisiones deberían tomarse de manera muy informada. Obviamente los tres pediatras por los que hemos pasado siempre me han dado razones que para mí son suficientes para vacunar a mi hijo. Y nadie duda de los casos en que se pudo tener una reacción muy adversa a una vacuna, pero la tan citada Organización Mundial de la Salud lo explica muy bien. Esa institución, que es muy respetable según me he dado cuenta para las mamás súper pro-lactancia, pero que se ignora cuando no se está de acuerdo con las vacunas:

“Las vacunas son muy seguras. La mayoría de las reacciones son generalmente leves y temporales, por ejemplo, un brazo dolorido o febrícula. Los trastornos de salud graves, que son extremadamente raros, son objeto de seguimiento e investigación. Es más probable padecer un trastorno grave por una enfermedad prevenible mediante vacunación que por una vacuna”.