Hemos sido educados para resaltar los defectos y así pensamos que podremos mejorar. Es cuestión de tradición el hacerlo. Sin embargo, la programación neurolingüística nos dice que por el contrario, cuando queremos cambiar una conducta lo importante es enfocarnos en el opuesto contrario de lo que nos molesta.

Por ejemplo:

  • Me molesta el desorden de los juguetes…
  • En vez de decirle: “eres un desordenado, nunca puedes dejar nada en su lugar”
  • Decirle: “hijit@ me encanta el esfuerzo que pones cada vez más en acomodar las cosas, ¿te puedo ayudar a terminar a recoger? Sé que la próxima vez te quedará perfecto sin ayuda.”

Te vas a sorprender con el orden la siguiente vez, pues los papás tenemos el don de lograr que nuestros hijos nos quieran dar gusto, si tú le dices a un niño pato, pato será, por eso hay que cuidar muy delicadamente nuestras palabras con los hijos, y sobretodo cuando tienen menos de 6 años.

Cuando no hay cuidado con las palabras, algunos padres -sin querer hacerlo- terminan bulleando a sus hijos. ¿Cómo? Diciéndoles cosas que etiquetan a la persona y eso baja su autoestima. ¿Cuál sería la diferencia entre educar y denigrar? En Japón las madres de familia tienen la consigna de resaltar sólo lo positivo de sus hijos al educar y saben muy bien que si uno de ellos está adquiriendo una habilidad como servir agua en un vaso, le tiene que reconocer todas las veces que lo hace bien en vez de mencionar las pocas de ellas que lo hace mal. En México, las mamás tendemos a enojarnos porque se cae el agua, en vez de valorar el intento de servir agua.

Hay algunas preguntas que puedes hacerte para saber si bulleas a tu hij@:

  1. ¿Reprendes a tu hijo con calificativos denigrantes?
  2. ¿Ignoras las cosas en las que mejora tu hijo?
  3. ¿Conoces las cualidades de tu hijo? ¿Podrías mencionar al menos 5?
  4. ¿Te fijas en lo negativo y haces alarde de ello?
  5. ¿Notas el impacto de tus palabras en tu hijo?

Toma un pedazo de papel y anota con toda verdad las respuestas, aunque sea doloroso, el primer paso es reconocer tus errores para poder cambiarlos. Además no serías la primera mamá ue se hubiera equivocado, negar lo que pasa sólo aumenta el dolor.

Estas preguntas son simples reflexiones para que dentro de ti surja una nueva forma de relacionarte en familia. Una manera más empática y cariñosa de comprenderse y de atenderse. Deseo más que nada que vibre en ti una nueva chispa, que te convierta en una mamá japonesa que jamás descalifica y por el contrario EMPODERA ayudando a crecer a quienes le rodean, al poner énfasis en todo lo bueno que cada quien hace en la vida.