Vivo con el alma en un hilo. ¡Qué carambas pasa en el mundo que hay que darle la noticia a una mamá de que su hija de 8 años murió en el concierto al que se supone fue a disfrutar la emoción de ver a su ídolo cantando en vivo! O que lees en un grupo de Facebook cómo le arrebataron a una madre a su hijo de dos años y cómo gracias a unos extraños logró recuperarlo. Y así, tristemente, muchas tragedias.

Hace sólo una semana escribía de lo maravilloso de la vida y la aventura de estar en ella y unos días después me siento desarmada para comprender lo incomprensible y repensar lo que ya me había cruzado alguna vez por la cabeza: que es un acto de valentía y tal vez un desafío traer a este mundo a un hijo. Y cuando el pesimismo gana, pienso en el mundo que les tocará a mis nietos. Y me da para abajo, porque las guerras, el odio y el mal siempre han existido, lo sé, pero tal vez porque veo las cosas en perspectiva de adulto, de mamá, o porque estoy inmersa en las noticias es que siento que nunca fue como ahora, que no sólo afuera, si no aquí en mi país hay muchas cosas que se desmoronan y que te hacen sentir insegura, temerosa, paranoica, triste, porque hay que ser de acero para no sentirse afectada por los horrores que vivimos y de los que nos enteramos todos los días.

Ya sé que está mal, pero dan ganas de ocultarle al de 5 años lo que pasa afuera, de seguirle haciendo creer que “todo es increíble”, de pintarle el mundo ideal o bueno, aunque sea de irnos a vivir a una cabaña en un bosque lejano y seguro. Es el resultado de mi estrés post ataque terrorista en Europa, contaminación en la Ciudad y violencia en general.

Cuando jugamos a los superhéroes y villanos, dice que los buenos siempre ganan y yo le digo: “sí, somos más”, y realmente lo creo, pero en días como estos dudo, se me apachurra el corazón y no dejo de pensar en esas mamás que dejaron ir a sus adolescentes a un concierto y no los volvieron a ver. Nadie tendría que pasar por eso. Es inhumano. Y me aferro a lo que tengo, a lo que vivo a diario y reafirmo la idea de que sólo tenemos el aquí y el ahora, y que hay cosas que podemos prevenir y aunque nos tachen de exageradas-paranoicas podemos tomar las medidas que consideremos pertinentes para sentirnos seguras y proteger a los nuestros. Aunque puede haber situaciones que se saldrán de nuestras manos, en lo que a nosotras corresponde hay que jugarle a las guardianas, pero no en los extremos, aclaro, de manera moderada, porque el miedo paraliza y tampoco se vale contagiar al que está creciendo con nuestras inseguridades y temores o terrores. Una de tantas cosas que tenemos que digerir solas las mamás.

También creo que hay temas que los niños de ciertas edades no tienen que enterarse y que llegará el momento en que haya que hablarlo y, efectivamente, no todo es una tragedia y la constante deber ser el lado positivo y seguir dándole recursos a los niños que estamos criando para que sigamos siendo más los buenos. Aunque, aun así, sintamos que vivimos con el alma en un hilo.