Antepóngase a cada frase que sigue el famosísimo Yo nunca. “Voy a permitir que haga un berrinche en público”, “le voy a dar gerber”, “le voy a dar fórmula”, “dejaré que duerma en mi cama”, “voy a hablarle como si yo fuera bebé”, “haré tradición lo del duende en Navidad”, “le daré chance de que coma dulces entre semana”, “permitiré que coma en el coche o el cuarto”, “voy a llorar con la canción horrorosa de Denise de Kalafe”, “voy a ser mamá del kínder que se va a desayunar con otras mamás”, “voy a contarle hasta tres para que haga algo”, “le voy a prestar mi celular”, “le compraré el scooter ese de moda”. Y la lista es casi interminable.

También están los “yo nuncas” flexibles en caso de emergencia. “Nunca voy a dejar que el ipad sea la nana”… Tiene limitado su uso, solo puede usarla 40 minutos, peroooooo… si es fin de semana y a las 7 de la mañana me empieza a picar los ojos para que me despierte (literal), entonces yo misma le doy el ipad para que se encargue un rato del niño. O… no se duerme un minuto después de la hora permitida… a menos que yo esté exhausta y no pueda seguir la rutina diaria y me quede dormida antes que él. Aseguré que no lo iba a llevar NUNCA a uno de esos lugares de comida rápida a comer hamburguesas “de rata” o nuggets. Lo hacemos muy, pero muy de vez en cuando, pero hemos caído. La regla es bañarse diario. Aunque si es viernes y tuvimos un día de andar de arriba para abajo y él dice “baño, no”… mamá cede. No comemos con juguetes en la mesa, pero si el niño es remilgoso y anda bajo de peso, yo misma llevó a Buzz y a Batman para que compartamos los alimentos… y todos felices y bien nutridos.

Bien dicen que la pancita que queda después del embarazo es por todas las palabras que nos tragamos cuando somos mamás. Buenas que somos para asegurar que tendremos a los hijos más educados, propios, bien vestidos, limpios y ejemplares. Nada más basta ser mamás de verdad para entender que las cosas no son ni cercanas a lo que creíamos y para saber que los terribles dos, los malditos tres y los terroristas cuatro no son ninguna falacia y por más libros, conferencias y consejos que hayas recibido, te voltean la vida de cabeza. Creo que al final, de lo que se trata es de darles a los niños bases, límites y estructura sólidos y ser flexible cuando la ocasión lo amerita o lo necesites.

Desde el embarazo llené mi cabeza de información para irle mediando al asunto. Conforme el hijo ha ido creciendo voy cambiando las lecturas y autores para asesorarme según la etapa en la que estamos y, claro, no regarla mucho. Ya pasamos por “Como hablar para que los niños entiendan” hasta “Soy mamá gritona…” y muchos títulos más que sirven de consulta, pero en mi caso, irremediablemente, hago cosas que dicen no se deben o que hay que hacer de distinta manera, según los expertos. Y sí, ellos saben, y han sido de ayuda, pero cuando estás cansada de pelear con un preescolar que contesta como adolescente, quieres cinco minutos de paz, no tienes ganas para cantar una cancioncita de “guardar, guardar los juguetes”, tienes dolor de espalda que no te deja jugar carreritas o mueres por comer un chocolate y que nadie te lo quite, pues te olvidas de actuar de manera asertiva todo el tiempo.

Y ¿¡qué tal los “yo nuncas” que nosotras sí cumplimos pero que las tías y los abuelos ignoran?!. Y tenemos que explicarle al nene consentido que, aunque le hayan dado Coca-cola, en casa simplemente no se compra y no hay chance de que la tome enfrente de ti y te conviertes en la mamá bruja. Pero no importa, porque en el fondo es una de esas pequeñas batallas que ganaste y te hace sentir orgullosa de que al menos hay algunas cosas que dijiste que jamás harías y sí cumples.

Obviamente la lista aumenta con el paso de los años y me entretiene mucho compartirlo y escuchar a otras mamás hablar del tema. ¿Cuáles son sus “yo nuncas” que no cumplieron? Cuéntenme.